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Foto del escritorDavid Torregrosa

COLLEZIONE: SCX SEAT Leon & Porsche 911. Cuando se te pira la flapa.

Lo dice uno de mis heaters, que mas tonto no puedo ser. Y oye, a mi me gusta tener en cuenta la opinión de la gente, sobre todo como en este caso dónde claramente me supera en experiencia. Razón debe llevar el sinvergüenza porque, de otro modo, a ver de qué pijo se me pira la flapa y pienso, no un año sino dos, que el Leon y el Porsche del Club Scalextric son buenas opciones con las que aumentar la grandeza de mi anárquica y bonita colección.



Soy frúgil, lo admito. Frúgil como aquella feligresa fiel, que puntualmente acudía al Padre Damián a confesar y redimir aquellos actos pecaminosos que la desvían del recto camino del virtuosismo hacia el Señor todopoderoso:


-Ave María purísima.-Dijo, arrodillada ante el confesionario. -Sin pecado concebida. –Consintió el Padre Damián. -Padre, el otro dia, cuando fui a comprar el pan, no pude resistir la tentación y yací con el panadero. Perdone mi pecado, es que soy frúgil... -Frágil, hermana. Frágil. -Pero es que a los pocos días, en la carnicería, también caí en la tentación y yací con el charcutero. Perdone mis pecados, es que soy tan frúgil... -Frágil, hermana. Se dice frágil. -Pero es que ese mismo dia, por la tarde, en la ferretería, con el ferretero, caí otra vez en la tentación. Soy tan... ¿Cómo se decía, Padre? -P...@!! lo que eres es una...


Y si de estas no me cierran el perfil, pues lo que vengo a decir es eso, que soy frúgil. No pude evitar caer en la inmoral tentación de abrazar estas dos pedazo de vergonzantes aberraciones para mi, entonces, incipiente colección.


Me pasó como a mi admirado, quizás no tanto desde que sé que tiene un innoble Alfa 156 marronero que atenta contra el exquisito gusto italiano, Jorge Mendoza con quien comparto unos inicios nocivos que cegaban de todo criterio. O, dicho de otro modo, el criterio era rellenar la vitrina como quien rellena un pavo en Navidad. Así nos pasa.


El León (por llamarlo de un modo que podamos comunicarnos, porque eso se parece a un SEAT León lo mismo que mi cara a la de Brad Pitt) es del año 2005 y a día de hoy sigo sin entender porqué no le dije al mensajero que lo trajo hasta mi portal que no era aquí, que se sería un error, que se llevase el paquete y lo devolviera a aquel lugar de dónde nunca tuvo que salir. Porque ya sabía todo sobre el coche del club de ese año y, aún así, tuve los santos huevazos de tenerlo expuesto en mi vitrina durante años. Muchos. Excesivos.



Con el Porsche pasó un poco de lo mismo, sólo que teniendo el otro aborto, comparativamente cualquier otra cosa a su lado iba a parecer mas bonita si o si. Pero vamos, que me cojas un nueveonce pintado de negro, le pones el capot rojo y una filigrana sin sentido por cada lateral y lo encasquetes a los entusiastas del club que tu mismo has creado y que religiosamente te han pagado por adelantado, me parece una broma de mal gusto. Pues me lo comí doblado con patatas mientras tiraba por el retrete todos mis valores. Olé yo.



Al igual que nuestro amigo Jorge o la frúgil feligresa, trato de redimir mis pecados rehaciendo una colección en base a, por un lado, deshacerme de unos coches que, pensaba, echaría de menos y ahora ni me acuerdo y, por otro lado, mantener, restaurar, crear, cambiar, ahorrar y pagar por aquellos que de verdad me entusiasman y me dan la vida.


Tal como vengo proponiendo para estos nuestros bastardos sin gloria, me hubiera gustado ir a Pirotecnia L’alba (muy popular por aquí “per la Terreta”) comprar el cohete-petardo más gordo que se pueda adquirir de manera legal, atar al coche con cinta (al cohete, por si no queda claro. A lo Toy Story, para más señas) y lanzarlo hacia el firmamento nocturno con motivo de la noche de Navidad, dando fin a su vida de una manera brillante y memorable, justo al contrario de lo que significó su existencia.


Pero para mi desdicha temo que no podré disfrutar de tan noble inmolación. Yo sé que SLOTBOOK, a quien Dios guarde eterna gloria, va de enseñar los coches que tenemos cada uno, pero he confesar que en el final de esta historia ninguno de los dos continúan conmigo. Demasiado tiempo han pasado junto a mí, de hecho, con el asco tan grande que les tenía.


Conjunto a un lote de coches que ya he disfrutado y que he dispuesto a la venta, por estos dos que he sufrido aparecieron sendos compradores a quienes no sé si el coche, pero desde luego si el precio, les pareció más que correcto para convencerse y cerrar el trato sin tan siquiera entrar en pujas, para descanso mío y alegría de mi bolsillo, quien siente gran aprecio hacia el papel moneda.

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