Este Ferrari 512 Belineta Boxer no tiene gran cosa. De hecho, a simple vista, cierto es que el trabajo de pintura no deja de ser pobre, monocromo y tan siquiera barniz o unas calcas. No obstante el Rosso Corsa junto a los detalles Nero maridan inconfundiblemente bien en las creaciones de Maranello, con lo que, bajo mi opinión, el resultado es satisfactorio y el conjunto, elegante y minimalista, pasaría a un suficiente, incluso un aprobado.
Será el ojo entrenado el que vea en aquellos detalles que esta no es una reproducción de la firma Carrera al uso. La carencia de los cristales en las puestas, unas ruedas un poquito hundidas dentro del paso de rueda, así como en general la ausencia de lo superfluo, cuanto menos, deberían provocar recelo y hacerle a uno mismo preguntarse ¿Qué pasa aquí?
La sencillez, que no simpleza, y limpieza de la carrocería descubren cuidados detalles. Tomas de aire practicables, con su rejilla, o la luneta trasera y sus nada azarosas y bien escogidas doce aperturas doce, dan paso a una trasera que nada tiene que ver con el modelo tal como viene de caja y si mucho con el modelo al que emula, dejando entrever parte de la mecánica, en dónde un inquietante motor anaranjado y unas sospechosas espumas eclipsan la reproducción de unos escapes y grupos ópticos que se han mantenido en pro de la estética.
Todas las premoniciones se cumplen cuando el aparato no se queda como un mero ejercicio vitrinero, si no que sale a pista. Entonces es cuando resulta curioso cuán rápido puede tornarse una situación. Pasar de observar lo que parecía un anodino coche, a que parezca que el coche te esté mirando a ti. La arrancada puede ser fulgurante y la capacidad con la que gana velocidad no es menor, mientras que todavía quedan cosas por descubrir en tanto en cuanto negocia cada viraje con desparpajo. Así lo atestigua el cronómetro, juez que autoriza a esta bestia como una máquina de sembrar el caos y la destrucción masiva dado su manifiesta capacidad para rodar a la altura de los modernos LMP y GT.
Este Concep Car fue un ejercicio que me auto propuse construir en base a varios pilares. El primero y mas notorio, lograr hacer funcionar a alto nivel un coche que no está pensado para tal propósito, como lo es uno de la firma Carrera. Para ello lo primordial fue realizar una cura de adelgazamiento, por lo que principalmente se rebajó el plástico de la cara interior de cuyo generoso calibre se fabricó la inyección.
También se eliminó todo lo superfluo en base al segundo pilar, mantener la estética, para lo que se realizaron las operaciones ya citadas. La tercera fase, pasa inexorable por la sustitución del chasis por uno competente como es el universal HSR de Slot.it, con bancada independiente y motor en posición diagonal. Este, a su vez, también llevó consigo algunos requerimientos experimentales adoptados de cuando el rally fue punta de lanza tecnológica por encima de la velocidad, como es el brazo de guía basculante, que a la postre solo demostró ser útil para ajustar la altura delantera, o las espumas de las ruedas traseras, que en los circuitos de velocidad resultaron ser un freno contraproducente. No se monté suspensiones porque un servidor tiene la creencia de que en slot, los clásicos, si incorporan todos los avances tecnológicos actuales, dejan de ser clásicos y, por tanto, una buena e importante discriminación es la del no uso de muelles porque antes, en las competis de slot, no existían.
El sentido y saldo final de todos estos condicionales para su construcción no es otro que el de dar personalidad a al slot-car, el de dotar de alma a la (mini) machina para sentirla a los mandos como lo que uno aspira a pilotar, un brutote Ferrari clásico de carreras. Como tal, el motor Avant de 27.000 revoluciones es un digno sustituto del 12 cilindros de Maranello y el corazón de la máquina que tienes que domar. Junto a la ligera carrocería se consigue una aceleración intensa bajo cualquier circunstancia.
El rígido chasis aguanta estoico toda la caballería cuando se hunde el gatillo hasta el socón, pero también es quién separa a los niños de los adultos. Si bien a la entrada en curva es difícil que pierda la compostura, las cosas empiezan a complicarse tan pronto como pretendemos pasar por allí lo más rápido posible. Y es que esta combinación explosiva obliga a hilar fino, a tirar el coche hasta lograr moverse en el agudísimo filo entre el pleno apoyo y el desastre total hasta que la trazada comienza a ser rectilínea, momento cual el imparable propulsor junto al chasis inmisericorde vuelven a ser tus mejores aliados para salir disparado como un misil balístico.
Así es como debe ser un Ferrari, también a escala 1:32. Un máquina capaz de infundir euforia y temor al mismo tiempo, una máquina capaz de hundirte en la miseria si no lo haces bien o de encumbrarte si lo dominas.
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